«Yo me di cuenta que al fondo había una ventana, un ventanal, y habían unos trapos negros sobre los vidrios, porque era una sala enorme. Mucho más grande que esto, el doble de ancho. Y tenía unos trapos negros. Entonces yo fui para allá y corrí el trapo en la esquina y miré. Era justo en la entrada, dónde está esto que no se llama torniquete, es el palo que levantan para los vehículos. Miré ¡y ahí estaban mi hermano y mi hermana! Allí en la puerta. Justo estaban allí. Entre que me trajeron, me llevaron a interrogar, que salí del interrogatorio y todo eso, ellos estaban ahí. Seguramente, para saber qué pasaba conmigo. Pero no miraban nunca po’, y yo estaba esperando que miraran. Y, en eso, llega el marino que estaba a cargo, de turno, uno al que yo vi y me dice ‘¡sale de ahí, tal por cual!’ y me dice una chorrera de garabatos. ‘¡¿Qué dónde te crees que estás?!’ y qué sé yo, entonces, me salí yo. Pero me quedé cerca. Y entonces, esperaba, porque había brisa, que ésta corriera la cortina para ver si todavía estaban mis hermanos ahí. Y, así, descubrí, en un momento, que mi hermana no estaba más, que estaba mi hermano solo. Había quedado solo mi hermano; mi hermana, trabajaba. Trabajaba en el hospital. Entonces, bueno, ahí estuve un montón de rato. Mi hermano nunca miró hacia arriba pero él mandó, con su carnet de identidad, a un marino. Éste llegó arriba –mi hermano era empleado civil de la Armada, él trabajaba en ASMAR– a preguntar si yo conocía…mira qué estúpido, me llama por mi nombre y apellido, después me muestra el carnet de mi hermano y me dice si yo lo conozco ¡los mismos apellidos! Yo le dije ‘¡sí! Es mi hermano’, entonces, me dice ‘quiere saber si se encuentra bien’. ‘Sí, estoy bien, y estoy aquí porque me han dicho que me van a hacer un segundo interrogatorio’. Eso. No dije nada más y él se fue y le debe haber dicho eso a mi hermano .»
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